La mayoría de las personas tenemos nuestras reservas para pedir ayuda. Es algo inherente a la mente humana, tenemos en nuestro ADN, la necesidad y la creencia ilusoria de que podemos “controlar todo “y la idea de que pedir ayuda es de personas débiles, algo que es fomentado por esta sociedad donde impera la competitividad. Muchos de nosotros, por no decir el 90%, queremos aparentar ser superhéroes que pueden con todo. Sin duda, los superhéroes sólo existen en las películas, la auténtica heroicidad es decidir enfrentarnos a la realidad que nos toca vivir aunque, para ello, necesitemos ayuda. Me permitís que os haga unas preguntas: ¿Quién no ha necesitado ayuda alguna vez?, ¿Conocéis a alguien que haya podido con todo? Si nos paramos a pensar las respuestas, y las responderemos con honestidad, seguramente éstas sean un rotundo NO. Sin embargo, nosotros seguimos en nuestros 13 de querer ser superhéroes ¡Qué agotador!
Antes de continuar, quiero aclarar una cuestión: la ayuda no tiene que porque venir siempre de un profesional, nos pueden ayudar las personas que nos rodean: nuestra familia y amigos siempre son un apoyo muy importante.
¿Qué pasa si esto no es suficiente? A veces, en la vida nos toca vivir circunstancias para las que no estamos preparados en un primer momento, una de esas circunstancias, entre otras muchas, puede ser la discapacidad. Aprender a convivir con una discapacidad no es fácil, ni para la propia persona con discapacidad ni para su familia. En mi opinión, no hay personas con discapacidad sino familias con discapacidad.
La discapacidad es una circunstancia vital impuesta por la vida, y muchas veces, se convierte en una fiel compañera. En nuestras manos está que esta compañera no nos amargue la existencia y que no nos impida alcanzar nuestros sueños, aunque sea por caminos diferentes y tiempos alargados. A veces, esta realidad puede resultar desbordante, y hablo por propia experiencia y con conocimiento de causa.
Imaginaros que nuestra vida es un barco y nuestras circunstancias olas que nos desestabilizan. ¿No sería bueno poder contar con alguien, con experiencia y formación, que nos ayude a agarrar el timón con fuerza para seguir nuestro rumbo?
Esa es mi visión particular visión de lo que debe ser un psicólogo, alguien que nos enseñe técnicas para no sentirnos ahogados por las olas, cuando estas se convierten en tsunamis, sujeta con nosotros el timón para mantener el rumbo hacía el destino que nosotros escojamos. ¡No debemos olvidar que nosotros somos y siempre seremos el capitán del barco!
Antes de terminar, recordar algo importante, no olvidemos que cualquier aventura empieza por la valentía de dar el primer paso.